Educar es fundamentalmente socializar, desarrollar capacidades, asumir
valores, adquirir destrezas, formar personas autónomas, responsables y que
adopten sus propias decisiones, es decir, todo aquello que nuestra sociedad
considera imprescindible para el desarrollo integral de la persona.
Hay
bastante acuerdo en considerar los Valores como normas de conductas y actitudes
según las cuales nos comportamos, que son coherentes con aquello que
consideramos correcto y que dan forma a nuestra manera de ser y de sentir. Una
formación plena que permita configurar la identidad de un ser humano en
crecimiento no puede desvincularse o prescindir de una seria y planificada
Educación en Valores.
Educar en valores es participar en un auténtico proceso de desarrollo y
construcción personal, es formar ciudadanos y ciudadanas auténticos que sepan
asumir conscientemente los retos de la globalización y puedan comprometerse en
la construcción de un mundo más justo, más inclusivo, equitativo e intercultural.
Es
cierto que el papel de las distintas instituciones educativas es fundamental a
la hora de transmitir los valores democráticos a las nuevas generaciones, pero
la familia, no puede delegar en estas instituciones la responsabilidad
absoluta. Debemos tener en cuenta que los niños reciben información en la
escuela, en la familia, en su relación con el grupo de iguales al que
pertenezcan, de los medios de comunicación, etc.
La Educación Infantil se
configura como un periodo decisivo para la formación de la persona, ya que en
esta etapa se asientan los fundamentos no sólo para un sólido aprendizaje de
las habilidades básicas, sino que también se adquieren para el resto de la
vida, hábitos de trabajo, convivencia ordenada y respeto hacia los demás.